“El chupi chupi”
Jorge Duany
Catedrático de Antropología
El Nuevo Día, miércoles 9 de enero de 2013
En el 2011, el reguetonero cubano Osmani García, alias “La Voz”, desató el
furor con su éxito musical “El chupi chupi”. El coro repetía incesantemente el
estribillo de la canción: “Dame un chupi chupi / que yo lo disfruti / abre la
bocuti / y trágatelo tuti / Dame un chupi chupi / dale ponte cuqui / y apaga la
luqui / que se formó el balluqui”. Poco hubiera importado que esa letra dejara
poco a la imaginación, de no haberse convertido en eje de un debate público
sobre los límites del buen gusto.
“El chupi chupi” fue nominado a seis Premios Lucas, entre ellos el
“videoclip” cubano más popular, en octubre de 2011. Pero una dura crítica del
programa televisivo “Mesa redonda”, donde intervino el entonces ministro de
Cultura, Abel Prieto, logró retirar la canción del concurso. Además, los medios
de comunicación cubanos redujeron la difusión de la canción “a muy bajo perfil”
(lo menos posible).
La controversia mediática sobre el reguetón cubano es de larga data. En
febrero de 2005, un reportaje de Juventud Rebelde, portavoz de la Unión de
Jóvenes Comunistas, acusó al reguetón de promover “la chabacanería, el lujo, la
lujuria, el vicio, el consumo de tóxicos”.
El diario divulgó posteriormente varias columnas de opinión contrarias al
reguetón. En enero de 2007, Julio Martínez Molina señaló algunos aspectos
problemáticos del género, como la agresividad, la animalización del erotismo, la
vulgarización y la degradación de la mujer. Semejantes críticas reaparecen en
múltiples foros estatales cubanos.
El órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, Granma, publicó un extenso
artículo sobre el reguetón en noviembre de 2011. Según la musicóloga María
Córdova, “los textos de tales canciones… ofenden por la proyección esencialmente
machista desde la cual se expresan”.
En septiembre de 2012, miembros prominentes de la Unión de Escritores y
Artistas de Cuba, incluyendo a la crítica de arte Graziella Pogolotti,
denunciaron nuevamente “la carga machista y sexista” del reguetón. El debate
culminó en noviembre pasado con una entrevista en Granma con el presidente del
Instituto Cubano de la Música (ICM). Orlando Vistel Columbié advirtió que “el
ICM y su sistema de instituciones ha adoptado medidas, que van desde la
descalificación profesional de aquellos que violen la ética en sus
presentaciones hasta la aplicación de severas sanciones a quienes desde las
instituciones, propician o permiten estas prácticas”.
El reguetón –junto al baile del perreo– suscitó una polémica similar en
Puerto Rico a mediados de la década de 1990. En febrero de 1995, el Escuadrón de
Control del Vicio de la Policía de Puerto Rico confiscó 401 cassettes y discos
compactos de música “underground” en seis tiendas de discos de San Juan.
El género se conocía entonces como “underground” porque circulaba
clandestinamente mediante grabaciones caseras. Como observa la socióloga
puertorriqueña Raquel Z. Rivera en su volumen coeditado, “Reggaeton”, los medios
de comunicación masiva desestimaban al “underground” por su lenguaje crudo,
vulgar y violento.
En mayo de 2002, el Senado de Puerto Rico celebró unas vistas públicas,
presididas por Velda González, en torno al reguetón y el perreo. Varios grupos
religiosos repudiaron el contenido “degenerado” e “indecente” de las letras de
las canciones y las imágenes de los vídeos musicales. Como resultado, el Senado
aprobó cinco medidas legislativas para controlar la obscenidad y la pornografía
infantil en la radio y la televisión, particularmente la exposición de los
menores de edad a vídeos con alto contenido sexual.
Irónicamente, la campaña gubernamental de pánico moral en Puerto Rico
aumentó la popularidad del reguetón. Hoy en día, este es el género preferido por
gran parte de la juventud boricua, caribeña y latinoamericana, pese al desdén de
muchos intelectuales, religiosos y funcionarios públicos. Quizás ahí haya una
moraleja para los detractores de “El chupi chupi”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario